Con el sol en la piel

¡Nosotros, como especie y en la vida de hoy tenemos un pleito con el sol! Más que un pleito, es un eterno conflicto entre cuidarnos del sol y tomar baños de sol. Hay quienes nos dicen que para tener una piel más sana y unos huesos fuertes y saludables debemos tomar cantidades moderadas de rayos de sol. Y, por otro lado, nos dan testimonios de que el sol es lo más dañino para nuestra piel.

¡Es verano! ¡Época de sol y playas, albercas, campo, poca ropa pues! ¿Qué hacemos? ¿nos escondemos del sol? ¿Pasamos nuestras vacaciones para el invierno? ¡Qué fastidio!

Repasemos un poco. Más del 80% (algunos dicen que el 90%) de la vitamina D que se requiere para estar en equilibrio con nuestro organismo la conseguimos gracias a los rayos solares, estos convierten la provitamina D en vitamina D para que nos sea útil. El porcentaje restante lo obtenemos de la dieta.

Los dermatólogos recomiendan, y defienden su dicho a capa y espada, que, si nos vamos a exponer a los rayos solares, debe ser bajo la protección de cremas con protección ultravioleta, de preferencia con un factor de protección arriba del 30, y con estas medidas evitaremos en muy alto grado, las quemaduras de sol, el envejecimiento cutáneo y sobre todo, el cáncer de piel.

Pero este muy saludable consejo se cruza de frente con lo que necesitamos para la utilísima síntesis de vitamina D por la piel. ¿Cómo se va a resolver este dilema?

Conocidísimos y muy afamados dermatólogos coinciden en que sí debemos exponer nuestra piel a los rayos solares, en un horario que sea de máxima incidencia de los rayos UV, sin ningún tipo de protección, PERO SOLAMENTE POR ESPACIO DE 10 MINUTOS. Fuera de este tiempo, debemos proteger nuestra piel en la sombra, con ropa y con filtros solares en crema. Esta exposición debe hacerse por lo menos tres veces por semana.

¡Y no olvidemos los suplementos de vitamina D! están disponibles en la farmacia y nuestro médico debe orientarnos para tomar la cantidad adecuada.

Y en esta entrega, aprovechamos para recordarles los alimentos que contienen vitamina D: pescados como la caballa, el atún o la sardina, el aceite de hígado de bacalao, los huevos, la leche entera, los champiñones y las setas, además de algunos crustáceos como los langostinos y los moluscos en concha como las almejas y los ostiones.

Ojalá que tengan un muy divertido verano.